Ya es un tema recurrente el de la regresiva distribución de la riqueza en el mundo, como la principal fuente de violencia económica. Una monstruosa inequidad generada por la creciente apropiación del ingreso por parte del capital, por la explotación de los asalariados, y sobre todo por la progresiva exclusión de miles de millones de personas del mercado laboral.
Pero no porque el tema sea recurrente y archiconocido vamos a obviar mencionar algunas cifras que nos permitan dar contundencia al diagnóstico, y a la vez derivar en las verdaderas causas y descartar falsas soluciones.
De acuerdo al último estudio de la ONU-WIDER (Word Institute for Development Economics of the United Nations University), podemos ver algunos datos significativos.
-El 2 % de los adultos más ricos del mundo posee más de la mitad de la riqueza global de los hogares. Mientras que el 10 % posee el 85 %.
-El 90 % de la riqueza se concentra en Norteamérica, Europa y países de altos ingresos de Asia-Pacífico. Norteamérica posee el 34 % de la riqueza, siendo que solo tiene el 6 % de la población adulta, Europa posee el 30 %, entre Japón, Korea, Taiwan y Australia el 24 %, Latinoamérica 4 %, China 3 %, resto de Asia-Pacífico 3 % , Africa 1 % e India 1 %. -¿Dónde vive el 10 % más rico?, el 24,9 % en USA, el 20,5 % en Japón, el 7,6 % en Alemania, el 6,6 % en Italia, el 5,9 % en Reino Unido, el 4,2 % en Francia, 3,9 % en España, y siguen Canadá, Australia, Taiwan, Korea, y Países Bajos, antes de que aparezcamos los latinoamericanos, con Brasil, México y Argentina apenas superando el 1 % en cada caso.
-El 90 % de la riqueza se concentra en Norteamérica, Europa y países de altos ingresos de Asia-Pacífico. Norteamérica posee el 34 % de la riqueza, siendo que solo tiene el 6 % de la población adulta, Europa posee el 30 %, entre Japón, Korea, Taiwan y Australia el 24 %, Latinoamérica 4 %, China 3 %, resto de Asia-Pacífico 3 % , Africa 1 % e India 1 %. -¿Dónde vive el 10 % más rico?, el 24,9 % en USA, el 20,5 % en Japón, el 7,6 % en Alemania, el 6,6 % en Italia, el 5,9 % en Reino Unido, el 4,2 % en Francia, 3,9 % en España, y siguen Canadá, Australia, Taiwan, Korea, y Países Bajos, antes de que aparezcamos los latinoamericanos, con Brasil, México y Argentina apenas superando el 1 % en cada caso.
-Claro que si se trata de saber ahora donde vive el 1 % más rico del planeta, se reducen los países con tales miembros, ya que el 75 % está entre USA, Japón, Reino Unido y Francia.
Y si bien esto da una pauta de la distribución de la riqueza por países, cabe aclarar que a su vez dentro de los países, y sobre todo en los países más pobres, la distribución del ingreso entre sus habitantes es aún peor. Por ejemplo, la relación entre el 10 % de la población que más gana, con respecto al 10 % que menos gana, es de 5 veces en Japón, 9 veces en Francia, 16 veces en USA, 21 veces en Venezuela, 35 veces en Argentina, 40 veces en Chile y 58 veces en Brasil.
Pero esto no es todo, porque cuando se habla del 10 % que más gana en la población, se podría pensar que se está hablando de gente muy adinerada; sin embargo, en varios países latinoamericanos, se puede “ingresar al club” del 10 % que más gana, con menos de 1.000 dólares mensuales. Porque como bien se graficara en “la curva de los enanos de Pen”, los grandes ingresos recién aparecen entre el último 2 % de la población, por lo que la estadística desagregada por deciles suele ser engañosa. Y todo esto es muy importante a la hora de estudiar la forma de redistribuir el ingreso.
En definitiva, un panorama desolador, con la mitad de la población mundial obligada a subsistir con 2 dólares diarios, y muchos con menos.
Las causas
Hace exactamente 10 años, cuando publicamos la primera edición del libro “Más allá del Capitalismo, Economía Mixta”, hablábamos de las causas intrínsecas a la mecánica propia del capitalismo liberal, que llevaban a la acumulación y concentración de la riqueza. Y mencionábamos, en el capítulo dedicado a la economía liberal, como el desequilibrio de fuerzas en el mercado genera un círculo vicioso donde nada tiende al equilibrio, sino más bien a la acumulación y a la concentración, ya que quienes acumulan riqueza no solo disfrutan de la misma, sino que ella les da el poder necesario para imponer las condiciones que favorezcan la aceleración de esa acumulación. Desde luego que cuando hablamos de poder económico, no nos referimos sólo a la capacidad para poner reglas de juego en el mercado, sino también en la política, esterilizando así cualquier posibilidad de que el Estado pueda compensar las cargas para equilibrar las cosas. Señalamos también como esa desproporcionada acumulación de ganancia no se reinvierte en la economía real, para generar nuevas fuentes de trabajo, sino que por el contrario se desvía hacia la especulación financiera y la usura.
Hace 10 años, cuando todo eso decíamos, el mundo aún vivía en la fiesta neoliberal del pensamiento único, que comenzara con la caída del comunismo. Poco después se fue haciendo evidente en nuestra Latinoamérica, que esa fiesta había terminado en desastre, y poco a poco los pueblos votaron por gobiernos más progresistas. Pero esto último no ha sido para nada suficiente. En primer lugar porque los gobiernos neoliberales dejaron una pesada herencia, con el debilitamiento del Estado, las privatizaciones, las ataduras jurídicas a los tribunales del CIADI, y la superlativa deuda externa. En segundo lugar, porque el resto del mundo aún seguía en esa fiesta neoliberal y presionaba ante cualquier intento de cambios profundos en nuestros países. Y en tercer lugar porque los intentos progresistas, más allá de la retórica, nunca pasaron del reformismo socialdemócrata y las políticas neokeynesianas, que por cierto significaron un alivio, comparadas con el desastre anterior, pero resultaron insuficientes para revertir los índices de pobreza y exclusión.
Hoy pareciera que el mundo todo se está replanteando los fundamentos del capitalismo liberal. Según palabras del premio nobel de economía, Joseph Stiglitz, “la caída de Wall Street es para el fundamentalismo de mercado lo que la caída del Muro de Berlín fue para el comunismo”. Ese fue su comentario al referirse a la crisis financiera iniciada con la monstruosa especulación de las hipotecas basura que contagió a Europa, al punto tal que hoy está haciendo temblar a la Unión Europea toda.
Y hoy el mundo se replantea en parte al sistema económico y en particular al funcionamiento del sistema financiero. Pero esto ocurre porque la burbuja especulativa le estalló en la cara a la clase media, y por eso todos los medios hablan de la crisis. Pero los miles de millones de marginados de este mundo, ya estaban así antes de esta crisis, y sus padecimientos no ocupaban las primeras planas de los medios de comunicación. Así que tal vez sea hora de replantearse todo el sistema, porque si bien hoy podríamos afirmar que la especulación financiera es el demonio, esto es así porque el sistema capitalista liberal le dio vida y alimento, y porque varios millones de respetables ciudadanos estuvieron indiferentes mientras sus hermanos morían de hambre en las últimas décadas.
Así que entre las causas de la violencia económica generada por la creciente marginación y pobreza de las mayorías, no solamente hay variables económicas, sino fundamentalmente una cultura materialista y consumista, y una profunda contradicción entre los seres humanos.
Los objetivos y el camino hacia ellos
Así como dijimos que era casi innecesario explicar demasiado acerca de la situación de injusticia e inequidad económica que se viven en este mundo, porque la realidad cotidiana es bastante contundente. Así también podríamos suponer que los objetivos de una economía humanista, resulten también bastante obvios. Una sociedad con igualdad de oportunidades para todos, con una justa distribución de la riqueza, que asegure a todos la alimentación, la vivienda, la salud y la educación, mediante un desarrollo sustentable que no destruya el planeta, seguramente que todo eso coincide con la aspiración de la mayoría. Pero así como nos pareció necesario comentar algunos datos referidos al diagnóstico, porque nos servirían también para buscar las soluciones descartando falsas opciones. También ahora podemos decir que si bien un “sistema económico ideal”, puede parecer obvio en muchos aspectos, tal vez haya otros aspectos que no resulten tan evidentes. Porque por ejemplo, cuando hablamos de una mejor distribución de la riqueza, no estamos sugiriendo la idea de un crecimiento exponencial del consumismo, abarcando a todos los habitantes, para que un 90 % de la población alcance al otro 10 % en su carrera desenfrenada por consumir. No se trata de que todos los seres humanos se vuelvan máquinas de consumir como hoy lo son los de ingresos medios y altos. Primero porque no sería sustentable en muchos aspectos, al menos con un solo planeta disponible, y segundo porque sería interesante que la estupidez humana fuera disminuyendo un poco, para dar otro sentido a la vida. Así que aspiramos a una sociedad con un importante cambio en el campo espiritual y cultural, donde la racionalidad, la sobriedad, y la reciprocidad, canalicen las fuerzas productivas de la economía hacia la resolución de las necesidades de la mayoría antes que a calmar la insaciable sed de consumo de unos pocos. Por lo tanto, algo habrá que ceder, algo habrá que resignar, alguien tendrá que compartir, muchos tendrán que comprender.
Antes decíamos que la clasificación del nivel de ingresos por deciles era engañosa, porque en el decil más alto, en el caso de algunos países, se incluían empleados con ingresos mensuales de menos de 1.000 dólares. O sea que recién en el 2 % de ingresos más altos empezábamos a encontrar a los más privilegiados. Y la pregunta que aquí surge es ¿a qué tasa habría que gravar la renta de ese 2 % si se quisiera redistribuir el ingreso por vía tributaria? Seguramente a una tasa tan elevada que resultaría confiscatoria. De allí la creciente limitación de las políticas socialdemócratas y neokeynesianas, en la medida que la riqueza se concentra cada vez más. Y además pensemos que en el mundo, el 2 % de adultos con mayores ingresos y mayor riqueza, no son 4 malvados solitarios, sino que son cerca de 80 millones de personas; y entre toda esa gente hay muchos empresarios, políticos, jueces, banqueros, formadores de opinión, dueños de medios, militares, artistas, etc. Mucha gente con mucho poder, con capacidad mediática, con recursos para poder imponer las reglas. Entonces, no es tan sencilla la decisión política de redistribuir el ingreso, porque aunque un gobierno tenga el respaldo de la mayoría que quiere mejorar su situación, el poder de desestabilización que tiene ese 2 % es mucho, porque además puede convencer fácilmente al otro 10 % que le sigue en la pirámide, de que mejor es dejar todo como está en materia de economía.
Estas limitaciones están presentes o copresentes en los gobernantes y en la misma gente, están internalizadas, y muchas veces operan como autocensura a la hora de imaginar transformaciones profundas, dejándonos siempre en la poquedad del reformismo.
Hay que saltar sobre esta autocensura y atreverse a imaginar los cambios profundos y estructurales al sistema, como la única manera de revertir la violencia económica. Y a la tremenda fuerza que se opone a los cambios, hay que enfrentarla con inteligencia estratégica y no con la resignación del posibilismo claudicante. Y la estrategia debiera ser similar a la de quien escala una montaña, que avanza paso a paso hacia una meta cierta, trabajosamente pero con firmeza y sin vuelta atrás. Un modo de avanzar que no es el ilusorio avance de quien camina sobre una escalera mecánica que desciende más rápido, como pasa con los reformismos. Tampoco es el salto intempestivo de quien dice querer cambiarlo todo en un instante, para luego de 70 años volver al punto de partida. Es el ascenso hacia el cambio de modo planificado y sostenible en el tiempo. No nos vamos a extender en la descripción de esta estrategia, que seguramente formará parte de un próximo trabajo, pero sí podemos utilizarla de referencia para comentar algunas medidas que habría que tomar para ir llevando la economía hacia los objetivos ya mencionados.
-En primer lugar hay que avanzar hacia la desaparición definitiva y total de la especulación financiera y la usura, dejando la potestad del manejo financiero exclusivamente al Estado. Alternativas como la tasa Tobin, o los tributos sobre plusvalías, activos y transacciones bancarias propuestos entre otros por Stiglitz, Sachs y Caldera; o las diversas regulaciones que se proponen imponer al mercado de capitales, en este sentido podrían resultar de utilidad si se las viera no como medidas definitivas en sí mismas, sino en todo caso como los primeros pasos para empezar a acorralar al poder financiero. Pero luego habría que avanzar hacia mayores restricciones de movilidad y mayores gravámenes, hasta que la banca estatal pueda hacerse cargo de cubrir todas las necesidades financieras del desarrollo de la economía real. Se debe incorporar el concepto de que la circulación monetaria es un derecho público y no puede estar expuesta a la arbitrariedad de la propiedad privada.
-Se debe orientar el crédito hacia la inversión productiva, pero en un marco de una economía mixta, donde el Estado se ocupe de generar condiciones para la viabilidad de las inversiones clarificando el circuito comercial. Se debe financiar simultáneamente la producción y el consumo, como una manera de asegurar el círculo virtuoso del crecimiento y el empleo, pero también como un modo de direccionar la producción y el consumo hacia las necesidades de los más desfavorecidos, en lugar de fomentar el consumismo de los que tienen excedentes (que es lo que hoy hace la banca privada). Pero esto se debe realizar de modo progresivo, para que no estalle la estructura productiva y haya que retroceder luego.
-Una profunda reforma tributaria que grave progresivamente la renta, con tasas muy elevadas para las ganancias que no se reinviertan en nuevas fuentes de trabajo. De este modo se corregirá la tendencia hacia el flujo especulativo y usurero. Las tasas podrían subirse en forma escalonada año tras año, de manera de neutralizar la fuerza desestabilizadora del poder económico ante los cambios.
-Participación de los trabajadores en las ganancias, la gestión y la propiedad de las empresas. También se puede ir aplicando de modo progresivo, aunque irreversible, de modo no solamente de atenuar el impacto opositor, sino también para ir consolidando la viabilidad de una nueva forma que seguramente tendrá sus dificultades de aplicación en los primeros tiempos.
-Creación de Comités de Desarrollo Local, para que en un marco nacional de Economía Mixta, interactúen los gobiernos locales, con las empresas, los trabajadores y las instituciones educativas, para poner en marcha emprendimientos productivos multiplicadores. Son de sumo interés las alternativas de desarrollo planteadas por autores como Vázquez Barquero, Manfred Max-Neff, Arocena y otros, desde el concepto de Desarrollo Local y Desarrollo a Escala Humana, pero siempre incorporando las políticas públicas nacionales en los niveles estratégicos y la participación táctica de los gobiernos locales, coordinando, facilitando y apoyando. Y seguramente será desde estos comités donde la gente se inspire para desarrollar en forma práctica una nueva economía a escala humana.
En síntesis, este planeta cuenta con recursos suficientes para asegurar el bienestar de todos los seres humanos, y hay un modo de organizarse para que ello ocurra. Pero es condición necesaria ir disolviendo y desarticulando el poder de la especulación financiera, desconcentrar el capital y encauzarlo hacia la producción. El mundo empezará a comprender que la existencia del monstruo especulativo y usurero, es incompatible con la existencia de de la vida humana, no hay lugar para los dos en este mundo y ya sabemos quien está de más.
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